
[Publicado originalmente en eldiario.es]. Durante las últimas semanas he estado trabajando con algunas y algunos compañeros en un análisis sobre la gentrificación y la «turistificación» en Málaga. Hemos elaborado un largo informe, plagado de datos demoledores, que muestran la brutal transformación del centro histórico de Málaga y sus devastadores efectos: la población de la almendra histórica, la zona en el interior de la antigua muralla, se ha reducido a poco menos de 5.000 habitantes, por ejemplo, ya que el resto ha sido expulsado para convertir el área en una atracción turística de bares, terrazas, hoteles, alojamientos transitorios, museos, tiendas de souvenires, etc.
Solo recientemente, en el marco de unas jornadas sobre arte, industria cultural y derecho a la ciudad, celebradas durante el décimo aniversario de la Casa Invisible de Málaga, caí en la cuenta, tras una conversación informal con algunos asistentes de otras capitales, de que mi experiencia personal ejemplificaba perfectamente este tipo de procesos.
En el año 2012 alquilé un apartamento en un edificio al borde de la ruina en la calle Alcazabilla, hoy epicentro del terremoto gentrificador de Málaga. Lo mismo que yo hicieron otros amigos, de modo que, excepto uno de los apartamentos, todo el edificio quedó habitado por lo que podríamos llamar una comunidad, siguiendo una pauta que ya habíamos ensayado anteriormente en otro enclave arrasado: la plaza de Los Mártires. No pudimos alquilar ninguno de los apartamentos hasta que la propiedad realizó una serie de reformas muy superficiales, lo justo para mantenerlos habitables y cobrarnos un precio de alquiler que hoy resultaría sorprendentemente económico: lo único que nos podíamos permitir. Seguir leyendo «Cómo me convertí en vecino de Antonio Banderas: la gentrificación en primera persona»