Columnas de junio en eldiario.es

  1. Saudades de você, Saramago: «Se cumplen diez años de la muerte de José Saramago. Me pregunto qué lecciones extraería hoy de ciertas posturas políticas y comportamientos».
  2. Mi sobrina de diez años me explica el racismo: «Hace años mi sobrina descubrió que en su país había una valla erizada de concertinas sin otro destino que el de herir a la gente con su mismo color de pie».

Saudades de você, Saramago

  • Se cumplen este mes diez años de la muerte de José Saramago. Me pregunto qué lecciones extraería hoy de ciertas posturas políticas y comportamientos.

Cuando pienso en los momentos más felices de mi juventud siempre aparece, de un modo u otro, José Saramago. Ningún escritor de aquellos años me proporcionó tantas horas de solitaria felicidad, de solitaria intensidad, pero siempre expansiva, porque a la postre sus novelas acababan colmando un montón de arrobadas conversaciones entre los amigos. Se cumplen este mes diez años de su muerte, un dato en el que solo reparé cuando ya había tomado la decisión de aprovechar parte del confinamiento para releer su obra, como si una suerte de intuición, tan propiamente saramaguiana, me hubiera lanzado a ello.

Volver a lecturas de juventud es un ejercicio arriesgado, siempre propenso a la decepción. En este caso ocurrió todo lo contrario. Kafka y Saramago ocupan los dos extremos del siglo XX que nos sirven para comprender el laberinto del ser humano occidental. Las seis novelas del portugués que van desde Memorial del convento hasta Ensayo sobre la ceguera así lo atestiguan: seis novelas, ni más ni menos, de una sobresaliente y honda factura, entre las que además, a mi modo de ver, se encuentran dos obras maestras, un alcance limitado a muy pocos.

Fue una novela anterior a todas esas, Levantado del suelo, la que dio nombre y relevancia a su autor, y en ella, de hecho, encontramos ya algunos rasgos del singular estilo de Saramago, especialmente esos diálogos entreverados en la corriente narrativa porque, como bien vio su primer traductor al español, Basilio Losada, atienden a una concepción de la historia más oral que escrita. Con todo, es una novela extremadamente ideologizada, de un realismo seco, sin rastro de la fantasía o las parábolas propias de Saramago, como tampoco de su irrenunciable ironía. La compasión hacia sus personajes, de la que tanto se ha hablado (incluso en el acta del jurado del Premio Nobel) carece aquí de esa mirada sin distingos hacia nuestras imperfecciones constitutivas. Son esas las que por naturaleza nos inclinan no tanto a grandes vilezas o heroicidades, sino en general a pequeñas y mediocres existencias dignas, sí, de compasión. Seguir leyendo «Saudades de você, Saramago»

Sobre Saramago y ‘El Hombre Duplicado’

[Recuperados: publicado originalmente en babab.com].

Para hablar de la última y decepcionante novela de José Saramago (Azinhaga, 1922) conviene, en primer lugar, remontarse en la trayectoria del Nobel portugués. Conviene hacerlo porque es autor de una producción insoslayable que abarca desde Memorial del convento, aparecida en 1982, hasta Ensayo sobre la ceguera, publicada en España en 1996 y su obra cumbre («Más lejos o más alto, o más hondo que esto, sé que no llegaré»). Es decir, seis novelas extraordinarias, amén de incursiones en otros géneros, que convierten a Saramago en uno e los escritores fundamentales de la segunda mitad del siglo XX. Luego nos extenderemos sobre este punto.

Dicho esto resulta paradójico que cuando comenzara su declinar, esto es, con la publicación de Todos los nombres en 1997 (1998 en España), la Academia sueca le otorgara el Premio Nobel. En realidad, aquella época del Nobel fue la de mayores decepciones para sus lectores, que son legión. En primer lugar porque poco antes Alfaguara había traducido en un solo volumen los tres primeros tomos de sus diarios (Cuadernos de Lanzarote, de cuya segunda entrega española está sacada la cita anterior), hasta ese momento editados anualmente por su editorial de siempre, la lisboeta Caminho. Aquello era un acontecimiento, porque Saramago es uno de esos escritores que despierta algo así como un fenómeno de fans, valga la licencia. Y esos fans, entusiasmados con aquellas seiscientas páginas que se prometían llenas de lucidez, se encontraron con tres años de anotaciones tan peregrinas como el color de las baldosas de su casa y poco más. Lo peor era que esas páginas de vida cotidiana tenían más de cotidiano que de vida y no dejaban vislumbrar al hombre tras el autor afamado. Como ha escrito con acierto García Martín un diario debe ser básicamente literatura, aunque sea autobiográfica, y estar despejado de «peso muerto, anotaciones que quizás un día tuvieron interés para al autor, pero que ya no lo tienen para nadie». Según afirmó Andrés Trapiello -y creemos que razonablemente- en el marco de unas conferencias que más tarde publicaría Península bajo el título El escritor de diarios, Saramago no se ve a sí mismo como un humilde ratón, al modo de los mejores diaristas, sino como león, y a los leones les preocupan cosas como la concesión del Premio Nobel o los comentarios de la prensa extranjera sobre su obra. En el reciente libro Conversaciones con Saramago que ha publicado la editorial Icaria, el escritor afirma que: «En el plano personal tengo todos los motivos para ser optimista. Pero tengo uno que me amarga la vida, y que se llama mundo». Y quizás sea ése el problema de estos diarios, que cuando Saramago intenta hablar de algo diferente a esa amargura llamada mundo encontramos sus palabras de escaso interés. Apenas entresacamos reflexiones de un hombre, apenas hay literatura, apenas hay vida, apenas hay retratos de lo que le rodea, apenas hay motivaciones, introspección o sentimientos.

Poco antes de esos diarios también Alfaguara había publicado Ensayo sobre la ceguera, la primera novela que editaba del portugués tras dejar éste Seix Barral y que, ya lo hemos dicho, era deslumbrante. Por eso, aunque sólo sea por contraste, el batacazo que supuso para sus lectores los diarios fue inmenso. No se recuperaría, porque después llegó Todos los nombres. Seguir leyendo «Sobre Saramago y ‘El Hombre Duplicado’»