[Entrevista de Alberto Olmos para la revista Zenda sobre Todo queda en casa]

Los pecados de los padres los resolvía Ruth Rendell en la novela del mismo título mediante una treta sensacional: que no lo fueran. Santi Fernández Patón no puede recurrir a ella en Todo queda en casa y los dos hermanos protagonistas viven su juventud a la sombra de la corrupción socialista en la que se embarró su progenitor. ¿Cómo afronta esa mancha social el hijo de un corrupto conocido? Huidas, conversaciones, culpa a fuego lento y la España menos noble cuajan en un libro tan sincero que parece recitado al oído.  

Me ha sorprendido Todo queda en casa porque, aún sabiendo que tendría una intención de denuncia (no en vano ganó un premio con ese presupuesto en sus bases), el tono era sumamente cercano. Casi te diría que parecía autobiográfico, por la firmeza con la que avanzaba. En todo caso, ¿cómo hiciste coincidir por un lado el propósito de retratar la vida de los hijos de la corrupción polítca y ese tono tan sutil?

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