
«(…) existe un flujo continuo entre la conciencia de los personajes y los movimientos sociales, de manera
que los personajes configuran su identidad en torno a un proyecto común. Es por ello por lo que Lucía trata
de hacer frente a su enfermedad desde una perspectiva política: ‘solo entonces, al poner nombre a su patología,
había comenzado a comer’. Grietas no coloca al lector en una posición que lo despreocupe sino que lo incomoda porque funciona como relato deslegitimador del discurso oficial desde varios puntos de vista (…)».